jueves, 9 de diciembre de 2010

Pensar en clave propia

Hace unas semanas Verboamerica subió una disertación de la escritora Chimamanda Adichie.

Verboamerica supone que todos sabemos inglés. Sepa señor verbo que en el sur de Morón somos tan antiimperialistas que no aprendemos nunca ese idioma por considerarlo penetrante, y nosotros Verbo no nos dejamos penetrar (por cualquiera, psssss).

Se la tenemos jurada a este Verbo, que se cree que va a correr a un moronense con un escarbadiente. Lo voy a ir a buscar con una metralleta y para demostrar que en este blog la tenemos más larga hicimos el esfuerzo de traducir la narración de la nigeriana.

Chimamanda dixit

Cuento historias.

Y me gustaría contarles algunas historias personales sobre lo que llamo “el peligro de una sola historia”.

Crecí en un campus universitario al este de Nigeria. Mi madre dice que comencé a leer a los dos años, creo que más bien fue a los cuatro años, a decir verdad. Fui una lectora precoz y lo que leía era literatura infantil inglesa y estadounidense.

También fui una escritora precoz. Cuando comencé a escribir, a los siete años, cuentos a lápiz con ilustraciones de crayón, que mi pobre madre tenía que leer, escribí el mismo tipo de historias que leía. Todos mis personajes eran blancos y de ojos azules, que jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban seguido sobre el clima: “qué bueno que el sol ha salido.” Esto a pesar de que vivía en Nigeria y nunca había salido de Nigeria, no teníamos nieve, comíamos mangos y nunca hablábamos sobre el clima porque no era necesario. Mis personajes bebían Ginger Ale porque los personajes de los libros que leía, bebían Ginger Ale. No importaba que yo no supiera qué era. Muchos años después, sentí un gran deseo de probar Ginger Ale; pero esa es otra historia.

Creo que esto demuestra cuán vulnerables e influenciables somos ante una historia, especialmente en nuestra infancia. Porque yo sólo leía libros en que los personajes eran extranjeros, estaba convencida de que los libros, por naturaleza, debían tener extranjeros, y narrar cosas con las que yo no podía identificarme.

Todo cambió cuando descubrí los libros africanos.

No había muchos disponibles y no eran fáciles de encontrar como los libros extranjeros.
Gracias a autores como Chinua Achebe y Camara Laye mi percepción mental de la literatura cambió. Me dí cuenta que personas como yo, niñas con piel color chocolate, cuyo cabello rizado no se podía atar en colas de caballo, también podían existir en la literatura.

Comencé a escribir sobre cosas que reconocía.

Yo amaba los libros ingleses y estadounidenses que leí, avivaron mi imaginación y me abrieron nuevos mundos; pero la consecuencia involuntaria fue que no sabía que personas como yo podían existir en la literatura. Mi descubrimiento de los escritores africanos me salvaron de conocer una sola historia sobre qué son los libros.

(Y sigue aqui...)

..

5 comentarios:

Mauri Kurcbard dijo...

por fin alguien q se piso las pilas con la traduccion!

Anónimo dijo...

off topic :

http://www.lapoliticaonline.com/noticias/val/69887/el-fpv-de-cordoba-va-con-candidatos-propios.html

Verboamérica dijo...

che... en el video había que apretar TRASLATE y aparecían los subtítulos.

OMIX dijo...

Viste como es verbo, si no hacemos puterio no lo leen

Verboamérica dijo...

jajaja