miércoles, 18 de enero de 2017

No siempre ir para adelante significa avanzar

Algo huele mal en la casona familiar de los inmigrantes Macri. Don Franco salió a desmarcarse de Mauricio. Su hijo no tiene margen, ha caído en las mediciones de imagen y todo indica que las malas noticias a la población lo van a hacer caer mas. Mauricio siempre jugó fuerte a fortalecer la imagen de tipo exitoso en sus empresas (en el sentido mas extenso del termino). Lo logró con Boca Jrs y la fama lo acompañó durante el decenio "populista", tiempos en los que los excedentes del boom de los commodities derramaron sobre la vieja economía pastoril obras y limosnas publicas y permitió a los  polarizadores de la Argentina zafia, los Kirchner y los Macri, darse el lujo de ser mecenas culturales, obvio que con plata ajena.

Dicen que el Presidente quiere quedarse mas allá de 2019, Diana Conti va a ser una prudente ciudadana al lado de los que por seguir nombrados o persiguiendo la fantasía de algún negocito van a clamar por un "Mauricio Eterno".

El problema de ser un empresario exitoso es que se clava en los demás la sospecha del lucro personal como motor de sus acciones. duda que un político debe, al menos, disipar. Los tiempos  nos trajeron novedades, Macri y Trump son ejemplos de que la avidez de acumular riqueza personal ya no es condenada al extremo de vetar a un candidato, pero no hay que tirar demasiado de la piola. 

Macri conseguía humanizarse fotografiado al lado de una mujer en silla de ruedas, o al lado de un chica de barrio, pero eso nunca alcanzó. Debía montarse una historieta de desavenencia con Franco, aquel que indisimulablemente se dedicaba al incremento del patrimonio familiar, Y así se hizo, si hasta se ordenó la edición de unos cuantos libelos que bajo el manto de biografías no autorizadas de los distintos miembros del clan nos mostraron la dimensión de la grieta que separaba a Franco y su vástago. poniendo el acento en los motivos que guiaban su conducta. "Mauricio es Macri" falló por no haber puesto el acento en "Mauricio es Mafia Contratista", quizás porque quienes debían llevar adelante esa campaña tenían la cola demasiado sucia y no quisieron que la sangre llegue al río.

La corrupción en la obra publica y sus dos lados del mostrador parace una malformación congénita de los estados capitalistas.


El "le pongo un 5" de Franco respecto de la calificación de la gestión del hijo dilecto de la Patria Contratista ejerciendo una función pública es un paso mas del minué que los Brancatelli y los Débora Plager deberán amplificar hasta el hartazgo. ¡Es el sistema, estúpidos!!!.

Esta pagina, por descarte, ha llegado a la conclusión de que los únicos candidatos que le quedarán en PBA al macrismo son Stanley-Manes y sobre esa presunción trabajamos para armar el escenario.

El apellido Macri ya no es un activo,  muy por el contrario los que lo portan por borda echan lastre y de ahi la calificación de un "5" del progenitor al heredero y el vuelto del nene: "el 5 de mi papá, teniendo en cuenta lo severo que es especialmente conmigo, es como un diez tuyo".


Como en árabe, ¿o en chino?, "Crisis" significa oportunidad, algunos sacan ventaja del drama.

Un sobrino de Franco, Jorge, quiere ser el senador por la PBA pero no le alcanza, por ahora su única ficha es que el primo presidente se ponga loquito y quiera echarse la campaña encima, jugandose hasta la gobernabilidad futura a plata o mierda. Si el cousin presidencial quiere plebiscitar su apellido, quizás el primo Jorge se de el gusto y pase el papelón de su vida, o quizás cuando prime la cordura, ya cuando la sensación de helicopterabilidad crezca, lo van a bajar sin mas. Esta pagina, repito, se juega por la segunda opción.

Macri y CFK han elegido enemigo dentro de la zona de comodidad de todo mediocre, emparejan para abajo. 

Macri, como la mayoría de los políticos argentos, por su escasa formación y poco talento, no tiene idea que los (poderes) ejecutivos tienen la obligación de prefigurar la oposición de manera que si falla su opción se consolide la contraria que lleve adelante su sociedad, pero andá a pedirle tamaña entrega personal por el país a un saco de nervios y vanidad!.

Macri y CFK, remedo anodino de los conferencistas de Yalta y Potsdam, necesitan que no haya terceras posiciones. En boca de Duran Barba o de Artemio Lopez "Massita fue". se imponen escenarios a gusto y piacere de los cortos de vista. no va a haber carta para elegir el menú, este será reducido por la estrechez mental maniquea, y que mejor homenaje a esa doctrina que posicionar a un tipo que se apellida Manes.

Lo cierto es que la pelea se define en PBA.

Es la realidad la encargada de noquear a los reducidores de cabezas. en la Provincia de Buenos Aires Macri está en tercer término y Vidal empieza a sentir el peso de caminar acompañada por uno de los elementos mas destacados (y menos refinados) de la Patria Contratista. CFK marcha segunda detras del preferido de la fotografía de hoy dia, la gran promesa de los sectores medios, el huracán caribeño del delta: Sergio Massa.

Pero ojo, a no equivocarse, Macri es quien está en el podio, aunque las mediciones indican que abandona el cenit de preferencias populares, hay un minimum de política que lo sostiene, tiene al estado mayor mediático comiendo de su mano y tiene toda la papota del estado nacional mas dos de los estados mas voluminosos y presupuestariamente ricos jugando para el, con eso solo le alcanza para mover el balón. 

Verbigracia: quedan peleándose por entrar al dueto Massa y CFK. 

CFK que nunca mas traerá las victorias al palo peronista, Y Sergio Massa, que según dicen los que saben anticipar competirá contra Vidal en 2019... y se sabe de la maldición de los gobernadores bonaerenses.


Si Massa le gana a Macri en 2017 y en la PBA, porque está visto que el presidente se encaprichó, por mas que aumente su representación en el Congreso, será el fin de Cambiemos y el fin de la reelección de la candidatura de Macri para una eventual reelección. 

Disgrsión: En esta campaña quedará mas que expuesta el terrible deficit que tiene Massa en redes. Flanco debil que CFK y el macrismo van a explotar.

Ahora los invito a leer otro fragmento del libro "El silencio de los animales. Sobre el progreso y otros mitos modernos"  de John N. Gray que pienso describe la idea de Progreso que mueve a los egresados del "Cardenal Newman" en el poder en este momento.  


La cripta de los capuchinos

En su autobiografía "El mundo de ayer" (1942), el escritor Stefan Zweig describía el imperio austro-húngaro en el que había crecido como «un mundo de seguridad»: 
"Todo en nuestra monarquía austríaca casi milenaria parecía asentarse sobre la permanencia, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esta estabilidad […]. Nuestra moneda, la corona austríaca, circulaba en relucientes piezas de oro, una 36 garantía de su inmutabilidad. Todo el mundo sabía cuánto tenía o cuánto le correspondía, qué le estaba permitido y qué prohibido. […] En aquel vasto imperio todo ocupaba el lugar que le correspondía, firme e inmutable, y a la cabeza estaba el anciano emperador; y si éste se moría, uno sabía (o creía) que otro vendría a ocupar su lugar, y que nada cambiaría en el bien calculado orden. Nadie pensaba en las guerras, las revoluciones o las subversiones. Todo lo radical, toda la violencia, todo parecía imposible en aquella era de la razón."
La visión de Zweig deja fuera gran parte de lo que contenía de fraudulento y de incierto del imperio de los Habsburgo. Aun así, el mundo descrito por Zweig sí que existió hasta que la Primera Guerra Mundial terminó con él. Por gran parte de Europa, ejércitos enfrentados de desposeídos lucharon por el poder en lo que pronto se convirtió en una lucha a muerte. Con la ayuda de Woodrow Wilson, el profeta estadounidense de la autodeterminación nacional que selló la destrucción del orden de los Habsburgo en la Conferencia de Paz de Versalles, Europa se convirtió en un campo de batalla de grupos étnicos. Las clases medias estaban arruinadas por los vaivenes de la economía, que había pasado de la inflación a la deflación para volver a la hiperin- flación, mientras que los trabajadores sufrían las consecuencias del desempleo masivo. Los grupos políticos se escindían en sectores extremistas: los fascistas y los comunistas rechazaban la democracia, y los partidos moderados se mostraban incapaces de hacerse fuertes en el espacio que quedaba en el centro.

El antiguo orden había saltado por los aires y no había nada con lo que remplazarlo. No sólo estaban en conflicto los intereses y objetivos de grupos étnicos y sociales. Los ideales y los valores se oponían de manera irreconciliable. En estas circunstancias, la mejora progresiva no era más que otro sueño utópico. El progreso en la civilización sólo es posible en los interludios durante los cuales la historia está en reposo.

En "La cripta de los capuchinos", una novela corta publicada en 1938, Joseph Roth plasmó uno de esos últimos momentos que tuvo lugar durante su vida al describir una estación de ferrocarril en el verano de 1914: 
"La estación de ferrocarril era pequeña […]. Todas las estaciones de ferrocarril se parecían entre sí en el antiguo imperio austro-húngaro. Eran pequeñas y estaban pintadas de amarillo, como gatos perezosos yaciendo en la nieve en invierno y en verano, protegidas por el tejado de cristal sobre el andén y vigiladas por el águila doble negra sobre fondo amarillo. El oficial era el mismo en cualquier parte, tanto en Siploje como en Zlotogrod, con la barriga embutida en el inofensivo uniforme azul y llevando bajo el negro cinturón una campana cuyo agudo tintineo anunciaba la salida de los trenes. En Zlotograd también, como en Sipolje, colgaba por encima de la oficina del jefe de la estación, en el andén, el aparato de hierro negro a través del cual, milagrosamente, sonaba el distante timbre metálico del teléfono, delicadas y encantadoras señales de otros mundos que le hacían a uno preguntarse por qué se refugiaban en una estructura tan pequeña pero tan pesada. En la estación de Zlotograd, al igual que en la de Sipolje, el oficial saludaba a la llegada y a la salida de los trenes, y su saludo era una especie de bendición militar"
Ese mundo se terminó con la Primera Guerra Mundial y sus secuelas. El desencadenante de la catástrofe fue un asesinato que muy bien podría no haber ocurrido. Gavrilo Princip, el nacionalista serbio que disparó a Francisco Fernando causándole la muerte el 28 de junio de 1914, formaba parte de una banda que había intentado hacer volar al archiduque por los aires justo después de las diez de la mañana del mismo día. Francisco Fernando se tomó a broma aquel atentado fallido, y la comitiva prosiguió su camino para cumplir con un compromiso oficial. Una vez terminado el evento, Francisco Fernando volvió a su coche, que se puso en marcha junto con el resto de la comitiva. Pero el conductor se equivocó en un giro y el coche se detuvo, entonces Princip, que se había dirigido a una delicatessen cercana después del atentado fallido, tuvo la oportunidad de disparar a quemarropa al archiduque. Si el conductor no hubiera girado donde lo hizo, si el coche no se hubiera calado o si Princip no hubiera ido a la delicatessen, el asesinato no habría tenido lugar, pero ocurrió y al asesinato siguió todo lo demás.

Al reconsiderar el reinado de los Habsburgo desde el punto de vista privilegiado de la Europa de los años treinta, la imagen que Roth nos proporciona está considerablemente embellecida por la memoria. Aun así, es cierto que el mundo cuya pérdida lamentaba carecía de las peores lacras humanas del mundo que estaba por venir. El imperio austro-húngaro no era un Estado moderno, ni siquiera durante los sesenta y pico años del reinado de su último emperador, Francisco José, cuando acogió los últimos avances en la tecnología moderna, como el ferrocarril y el teléfono. En el destartalado orden de Francisco José, algunos males antiguos, que Estados más modernos reviven en su búsqueda de un mundo mejor, parecían haberse suavizado. La tortura había sido abolida por la emperatriz María Teresa en 1776. El odio y la intolerancia no estaban ausentes –la Viena de finales del siglo XIX tenía un virulento alcalde antisemita, por ejemplo–. En cualquier caso, la falta de democracia en el sistema de los Habsburgo servía como barrera contra los movimientos xenófobos de masas que se extenderían más tarde por Europa Central. Los habitantes del imperio no eran ciudadanos, sino súbditos, un estatus que les privaba del placer de justificar el odio haciendo referencia a ideales de autogobierno. Sólo en el curso de la lucha por la autodeterminación nacional empezó a creerse que cada ser humano tenía que pertenecer a un grupo definido en oposición a los demás.

Roth analizó este proceso en la novela corta El busto del Emperador (1935). Roth escribe que unos años antes de la Gran Guerra: 
"… la llamada «cuestión de la nacionalidad» comenzó a ser aguda en la monarquía. Todo el mundo se alineaba –bien porque querían hacerlo o bien porque simulaban querer hacerlo– con uno u otro de los muchos pueblos que solía haber en la antigua monarquía. Porque en el curso del siglo XIX se había descubierto que cada individuo tenía que pertenecer a una raza o nación en particular si quería ser un individuo burgués perfectamente acabado […]. Todas esas personas que nunca habían sido otra cosa que austríacas, en Ternopil, en Sarajevo, en Viena, en Brno, en Praga, en Chernivtsi, en Oderburg, en Troppau, nunca nada excepto austríacas, ahora empezaban, de acuerdo con “la orden del día”, a llamarse parte de la “nación” polaca, checa, ucraniana, alemana, rumana, eslovena, croata, etcétera."
Con la desintegración de la monarquía de los Habsburgo, estos grupos recién formados pudieron ocupar su lugar en las luchas por el territorio y el poder que llegaron después. Como Roth había previsto, los mecanismos arcaicos del imperio se reemplazaron por los emblemas modernos de la tierra y de la sangre.


Roth pasó de ser un progresista que miraba hacia el futuro con entusiasmo a convertirse en un reaccionario que miraba con cariño hacia el pasado representado por el imperio de Francisco José. Sabía que su nostalgia era en vano. La antigua monarquía había sido destruida no sólo por la Gran Guerra, sino también por el poder de los ideales modernos. ¿Cómo podría una persona que creyera en el progreso aceptar un tipo de autoridad sustentada sobre los accidentes de la historia? Aun así, la lucha por el poder que siguió una vez que el imperio desapareció, fue salvaje e inmisericorde.


Además de la formación de las naciones, existía «el problema de las minorías nacionales». La limpieza étnica –la expulsión forzosa y la migración de esas minorías– era una parte integral de la construcción de la democracia en Europa Central y Oriental. Los pensadores progresistas veían este proceso como una fase en el camino hacia la autodeterminación universal. Roth no tenía estos delirios. Sabía que el resultado final no podía ser otro que el de los asesinatos en masa. En una carta que escribió a Zweig en 1933, advirtió: «Vamos a la deriva hacia grandes catástrofes […]. Todo nos lleva a una nueva guerra. No apostaría un céntimo por nuestras vidas. Han establecido el reinado de la barbarie».

Roth pudo escapar del destino que había previsto para sí mismo y para otros. Huyó de Alemania, donde había estado escribiendo para el periódico liberal Frankfurter Zeitung, para establecerse en París, donde produjo algunas de sus mejores novelas, relatos y artículos periodísticos. Murió allí de cirrosis alcohólica en 1939. Cuando fue enterrado había un representante de la monarquía de los Habsburgo al lado de un delegado del Partido Comunista, y frente a la tumba se rezaron oraciones católicas y judías. Zweig sobrevivió algo más. Dejó Austria en 1934 para vivir en Inglaterra y en Estados Unidos, y se trasladó finalmente a Brasil en 1941. Un año después, temeroso de una victoria del Eje después de la caída de Singapur, se suicidó junto con su mujer, sólo unos días después de terminar "El mundo de ayer" y de enviar el manuscrito por correo a la editorial. 



EL SILENCIO DE LOS ANIMALES
John Gray
Traducción José Antonio Pérez de Camino

viernes, 13 de enero de 2017

Lecciones Breves de lo que no debe ser




lunes, 9 de enero de 2017

La idea de Progreso de Macri (parte 2)


La llamada del progreso
"Kayerts estaba colgado de la cruz por una cuerda de cuero. Evidentemente, había subido a la tumba, que era alta y estrecha, y después de atar el extremo de la correa al travesaño, se había dejado caer. Los dedos de sus pies estaban a sólo unas pulgadas de la tierra; sus brazos colgaban, tiesos; parecía estar rígidamente cuadrado en posición de firmes, pero con una mejilla de color púrpura posada juguetonamente sobre su hombro. Y, con indolencia, mostraba su hinchada lengua al director gerente"
El ahorcado era uno de los dos comerciantes que una compañía belga había enviado a una remota parte del Congo, a casi quinientos kilómetros del puesto comercial más cercano. La mayoría del trabajo lo realizaba un intérprete nativo, que aprovechó la visita de los miembros de una tribu para vender como esclavos a algunos de los trabajadores de la avanzada a cambio de colmillos de marfil. 

Aunque al principio los conmocionó el hecho de verse involucrados en el comercio de esclavos, el negocio resultaría muy lucrativo, y Kayerts y el otro europeo, Carlier, aceptaron el intercambio. Habían hecho un trato que les dejaba poco con lo que ocupar su tiempo. Pasaban los días leyendo novelas baratas y periódicos viejos que alababan “nuestra expansión colonial” y “los méritos de los hombres que iban por el mundo llevando la luz, la fe y el comercio hasta los más oscuros rincones de la tierra”. Leyendo estos periódicos, Carlier y Kayerts “comenzaron a pensar mejor de sí mismos”. En el transcurso de los meses que siguieron perdieron la costumbre de trabajar. El barco que esperaban no llegó y empezaron a quedarse sin suministros. Durante una pelea iniciada por unos terrones de azúcar que Kayerts se había guardado, Carlier murió. Desesperado, Kayerts decidió quitarse la vida también. En el momento en el que se estaba colgando de la cruz, el barco llegó. Cuando el encargado desembarcó se encontró cara a cara con el recién fallecido Kayerts.

Joseph Conrad escribió Una avanzada del progreso en 1896, y es una historia tan feroz y falta de esperanza como su posterior y más conocida novela corta El corazón de las tinieblas. Conrad describe cómo Kayerts “se sentó junto al cadáver [de Carlier] pensando; pensando seriamente, pensando cosas muy nuevas. […] Sus antiguos pensamientos, convicciones, gustos y antipatías, las cosas que respetaba y las que aborrecía se le presentaban finalmente bajo su verdadera luz: despreciables e infantiles, falsas y ridículas. Se sentía a gusto con su nueva sabiduría, sentado junto al hombre al que había matado”.

Pero no todas las convicciones de Kayerts se habían desvanecido y aquello en lo que continuaba creyendo es lo que lo llevó a la muerte. “El progreso llamaba a Kayerts desde el río. El progreso, la civilización y todas las virtudes. La sociedad llamaba a su hijo ya formado para que fuera a que lo cuidaran, a que lo instruyeran, a que lo juzgaran, a que lo condenaran; lo llamaba para que volviera a aquel montón de basura del que se había marchado, para que se hiciera justicia”

Al situar esta historia en el Congo, país donde había tenido ocasión de observar de primera mano los efectos del imperialismo belga cuando lo había visitado en 1890 para hacerse cargo de un carguero fluvial, Conrad estaba haciendo uso de un cambio que había experimentado previamente en sí mismo. Había llegado con la convicción de que era un hombre civilizado y se dio cuenta de lo que en realidad había sido hasta entonces: “Antes del Congo no era más que un animal”. El animal al que Conrad se refería era la humanidad europea que, poseída por una visión de progreso y por la tentación de ganar dinero, causó millones de muertes en el Congo. 

Si bien hace ya mucho tiempo que la idea de que el imperialismo puede contribuir al avance de la humanidad está desacreditada, no se ha renunciado a la fe que una vez se vinculara al imperio. Al contrario, esta fe se ha extendido por todas partes. Incluso aquéllos que dicen seguir credos más tradicionales se apoyan en la fe en el futuro para no perder la entereza. La historia puede ser una sucesión de absurdos, tragedias y crímenes, pero –todos insisten en decir– el futuro todavía puede ser mejor que cualquier pasado. Renunciar a esta esperanza llevaría a una desesperación como la que hizo que Kayerts perdiera la cabeza.

De entre los muchos beneficios de la fe en el progreso, el más importante tal vez sea el de evitar un conocimiento excesivo de uno mismo. Cuando Kayerts y su compañero se aventuraron en el Congo, los extraños con los que se encontraron no fueron los indígenas, sino ellos mismos.
"Vivían como ciegos en una gran habitación, sólo conscientes de lo que entraba en contacto con ellos (y eso únicamente de forma imperfecta), e incapaces de ver el aspecto general de las cosas. El río, el bosque, la tierra bullente de vida, eran como un gran vacío. Ni siquiera la brillantez de la luz solar les descubría nada inteligible. Las cosas aparecían y desaparecían ante sus ojos como si no tuvieran conexión ni propósito. El río […] fluía a través de un vacío. Desde ese vacío, a veces, llegaban canoas, y hombres con lanzas en las manos se apiñaban repentinamente en el patio de la avanzada"
No son capaces de sobrellevar el silencio al que han ido a parar:
"en todas las direcciones, rodeando el claro donde se alzaba el puesto comercial, los inmensos bosques, que escondían ominosas complicaciones de vida fantástica, yacían en el elocuente silencio de aquella muda grandeza"
El sentido de la progresión del tiempo que habían traído consigo comienza a desmoronarse. Como escribe Conrad hacia el final de la historia:
"aquellos tipos, que se habían enrolado en la compañía por seis meses (sin tener ni la menor idea de lo que era un mes y sólo una vaga noción del tiempo general), llevaban sirviendo a la causa del progreso más de dos años"
Separados de sus costumbres, Kayerts y Carlier pierden las habilidades necesarias para seguir viviendo.

La sociedad, no por ternura sino debido a sus extrañas necesidades, había cuidado de los dos hombres, prohibiéndoles todo pensamiento independiente, toda iniciativa, toda desviación de la rutina; y se lo había prohibido bajo pena de muerte. Sólo podían seguir viviendo a condición de convertirse en máquinas.

La condición de los humanos modernos de ser como máquinas puede parecer una limitación, pero de hecho es una condición para su supervivencia. Kayerts y Carlier eran capaces de funcionar como individuos únicamente porque habían sido conformados por la sociedad hasta lo más profundo de sus entrañas. Eran:
"Dos individuos perfectamente insignificantes e incapaces, cuya existencia únicamente se vuelve posible dentro de la compleja organización de las multitudes civilizadas. Pocos hombres son conscientes de que sus vidas, la propia esencia de su carácter, sus capacidades y sus audacias, son tan sólo la expresión de su fe en la seguridad de su entorno. El valor, la compostura, la confianza; las emociones y los principios; todos los pensamientos grandes e insignificantes no son del individuo, sino de la multitud: de la multitud que cree ciegamente en la fuerza irresistible de sus instituciones y de su moral, en el poder de su policía y de su opinión"
Cuando salieron de su entorno habitual, los dos hombres se volvieron impotentes para actuar. Aún peor, dejaron de existir.

Para aquéllos que viven dentro de un mito, éste parece un hecho obvio. El progreso humano es un hecho obvio. Si uno lo acepta, se hace con un lugar en la gran marcha de la humanidad. Pero la humanidad, por supuesto, no marcha hacia ninguna parte. “La humanidad” es una ficción compuesta a partir de miles de millones de individuos para los cuales la vida es singular y definitiva. Aun así, el mito del progreso es extremadamente potente. Cuando pierde su poder, los que han vivido de acuerdo con él pasan a ser –como planteó Conrad al describir a Kayerts y a Carlier– “como esos condenados a perpetuidad que, liberados después de muchos años, no saben qué hacer con su libertad”. Cuando se les arrebata la fe en el futuro, se les quita también la imagen que tenían de sí mismos. Si entonces optan por la muerte, es porque sin esa fe dejan de encontrarle sentido a la vida.

Cuando Kayerts decide terminar con su vida lo hace colgándose de una cruz.
Kayerts permaneció quieto. Miró hacia arriba; la niebla rodaba baja, por encima de su cabeza. Miró a su alrededor como un hombre perdido; vio una mancha oscura, una mancha en forma de cruz que emergía de la cambiante pureza de la bruma. Cuando comenzó a caminar tambaleándose hacia ella, la campana de la avanzada, con sus tumultuosos repiques, respondió al impaciente clamor del barco de vapor.
Justo en el momento en el que el barco está llegando –y nos muestra que la civilización se mantiene intacta–, Kayerts alcanza la cruz, donde encuentra redención en la muerte.

¿Qué tiene que ver la cruz con el progreso?.  

Conrad nos cuenta que había sido colocada allí por el director de la Gran Compañía Comercial para señalar el lugar donde se encontraba la tumba del primero de sus agentes, un antiguo pintor que “había proyectado y supervisado la construcción de aquella avanzada del progreso”. La cruz había “perdido mucha de su perpendicularidad”, lo que hacía que Carlier le echara un vistazo cada vez que pasaba por delante de ella. Por eso un día la volvió a poner derecha. A fin de asegurarse de que estaba bien sujeta, la puso a prueba con su propio peso: “Me apoyé con las dos manos sobre el travesaño. No se movió. Bien, lo hice correctamente”. Es en esta estructura alta y robusta, que se le aparece como una mancha borrosa en la niebla, donde Kayerts termina con su vida.

En la fábula que el mundo moderno se repite a sí mismo, la creencia en el progreso es irreconciliable con la religión. En la época oscura de la fe no podía esperarse ningún cambio fundamental en la vida humana. Con la llegada de la ciencia moderna se abrieron nuevos horizontes de mejora. Un conocimiento cada vez más amplio permitía a los seres humanos tomar el control de su destino. Después de haber estado perdidos en las sombras, ya podían salir a la luz. 

En realidad, la idea de progreso no es irreconciliable con la religión tal y como este moderno cuento de hadas sugiere. La fe en el progreso es un vestigio tardío del cristianismo primitivo, y se remonta al mensaje de Jesús, un profeta judío disidente que anunciaba el fin de los tiempos. Para los antiguos egipcios, así como para los antiguos griegos, no había nada nuevo bajo el sol. La historia humana se encuadra en los ciclos de la naturaleza. Lo mismo ocurre en el hinduismo y en el budismo, en el taoísmo y en el sintoísmo, así como en las partes más antiguas de la Biblia hebrea. Al crear la expectativa de un cambio radical en los asuntos humanos, el cristianismo –la religión que san Pablo se inventó a partir de la vida y las palabras de Jesús– fundó el mundo moderno.

En la práctica, los seres humanos continuaron viviendo de manera muy similar a como lo habían hecho hasta entonces. Como escribió Wallace Stevens:
Ella escucha, sobre esa agua sin sonido, 

una voz que grita: ‘La tumba en Palestina
no es pórtico de espíritus que se demoren,
es la tumba de Jesús, donde él yació’.
Vivimos en el viejo caos del sol.
No transcurrió mucho tiempo antes de que la expectativa literal del fin se convirtiera en una metáfora de transformación interior. Aun así, se había producido un cambio en lo que se esperaba del futuro. Antes de que el relato cristiano pudiera renovarse a sí mismo adoptando la forma del mito del progreso, fueron necesarias muchas transmutaciones, pero de ser una sucesión de ciclos como los de las estaciones del año, la historia pasó a ser entendida como un relato de redención y salvación y, en los tiempos modernos, la salvación se asimiló al aumento del conocimiento y del poder: el mito que llevó a Kayerts y a Carlier al Congo.

Conrad utilizó sus experiencias en el Congo en El corazón de las tinieblas (1899), pero no para contar un relato de barbarie en tierras lejanas. El narrador cuenta la historia desde un velero amarrado en el estuario del Támesis: Conrad está sugiriendo que la barbarie no es una forma de vida primitiva, sino que se trata de un desarrollo patológico de la civilización. El mismo pensamiento recurre en El agente secreto (1907), su novela de espionaje y terrorismo ambientada en Londres. El profesor anarquista, que viaja a todas partes con una bomba en su abrigo que piensa hacer estallar en caso de ser arrestado, quiere creer que la humanidad ha sido corrompida por los gobiernos, que son una institución esencialmente criminal, pero a juicio de Conrad, no es sólo el gobierno el que está corrompido por el crimen. Todas las instituciones humanas –familias e iglesias, fuerzas policiales y anarquistas– están mancilladas por el crimen. Explicar la bajeza humana mediante la referencia al carácter corrupto de las instituciones nos sugiere una pregunta: ¿por qué los seres humanos tienen tanto apego a esas instituciones corruptas? Obviamente, la respuesta se encuentra en el animal humano.

Conrad muestra al profesor enfrentándose con esta verdad:
"Estaba en una calle estrecha, recta, poblada por una mera fracción de una inmensa multitud; pero a su alrededor, una y otra vez, llegando incluso hasta los límites del horizonte, oculta por las enormes pilas de ladrillos, sentía la masa de la humanidad, poderosa debido al número que la formaba. Se apiñaba numerosa como las langostas, laboriosa como las hormigas, irreflexiva como una fuerza de la naturaleza, empujando a ciegas, en orden y absorta, inmune al sentimiento, a la lógica, también al terror, tal vez"
El profesor continúa soñando con un futuro en el que los humanos se regenerarán, pero lo que realmente ama es la destrucción:
"el incorruptible profesor caminaba, apartando sus ojos de la odiosa multitud. No había futuro para él. Lo despreciaba. Él era una fuerza. Sus pensamientos acariciaban las imágenes de ruina y destrucción. Caminaba frágil, insignificante, andrajoso, abatido –y terrible en la simplicidad de su idea que llama a la locura y a la desesperación para regenerar el mundo"

Si Kayerts se ahorcó porque ya no creía en el progreso, el profesor está dispuesto a matar y morir para probar que aún tiene fe en el futuro.

El mito del progreso arroja un destello de significado sobre las vidas de quienes lo aceptan. Kayerts y Carlier, como tantos otros, vivieron sin hacer nada que pudiera ser descrito como significativo. Pero su fe en el progreso hizo que sus mezquinas argucias parecieran parte de un gran plan, y si bien sus tristes vidas no habían sido representativas de nada, sus muertes terminaron siendo reflejo de la futilidad del hombre. 
John Gray


John N. Gray nació en Inglaterra en 1948. Ha sido profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Oxford y de Pensamiento Europeo en la London School of Economics. Entre sus obras destacan False Dawn: The Delusions of Global Capitalism; Misa negra. Religión apocalíptica y muerte de la utopía y Perros de paja. Reflexiones sobre los humanos y otros animales.

Este texto es un fragmento del libro El silencio de los animales. Sobre el progreso y otros mitos modernos, con traducción de José Antonio Pérez de Camino.

http://www.fronterad.com/?q=silencio-animales-sobre-progreso-y-otros-mitos-modernos

domingo, 8 de enero de 2017

La idea de Progreso de Macri (parte 1era)

Macri y los socios del Club del Progreso actual son los neandertal desta historia

“Los simios, sumamente civilizados, se balanceaban con elegancia entre las ramas; el neandertal era basto y estaba atado a la tierra. Los simios, satisfechos y juguetones, pasaban la vida sumidos en sofisticados entretenimientos o cazando pulgas con contemplación filosófica; el neandertal se movía oscuramente dando pisotadas por el mundo, repartiendo porrazos aquí y allá. Los simios lo miraban divertidos desde las copas de los árboles y le tiraban nueces. A veces el terror los sobrecogía: mientras que ellos comían frutas y plantas tiernas con delicado refinamiento, el neandertal devoraba carne cruda y mataba a otros animales y a sus semejantes. El neandertal cortaba árboles que siempre habían estado en pie, movía rocas de los lugares que el tiempo había consagrado para ellas y transgredía todas las leyes y tradiciones de la selva. Era basto y cruel, y no tenía dignidad animal: desde el punto de vista de los sumamente civilizados simios, no era más que un paso atrás en la historia”. Arthur Koestler

lunes, 2 de enero de 2017

Soplar y hacer botellas o reconciliarse

A Veronica Magario


El afiche señora intendenta es el de un PJ que rara vez conoció las mieles del éxito y que, se nota, sigue viviendo en su burbuja. Pura expresión de deseos, al verlo las pupilas se dilatan, no deleitan y delatan la distancia que lo separa de la sensatez. Rayano en la vulgaridad, es zafio, inconsistente y vacío de contenido. Lo que me extraño fue que usted se comportara en linea con tanta inocencia o , no se que es peor, falta de profesionalidad.

Un paisano, en solfa, resumía el pensamiento mágico

- 2011 lo echamos a Massa, pum pam, vamos a profundizar, pum pam.
2013 se baja Massa y ganamos, pum pam. 
2015, se baja Massa y ganamos, pum pam. 
Y si ahora Massa vuelve arrepentido de habernos hecho perder y promete no presentarse en una de esas nos olvidamos que existe y de vez en cuando le damos un "me gusta" a sus Tuits, pum pam. Y por supuesto ganamos, pum pam último.

Agregaría (yo), Magario

- No piba!!!, no funciona así.

Ay!! de los que en nombre del regreso de la política vinieron a imponer sus devaneos ideológicos y sus negocios personales, porque no hay peor negación de la política que la de aquel que no reconoce la existencia del otro y que lo clava, por pensar distinto, en el casillero de la enemistad. 

Lo hecho, hecho está, cuando uno faltó el respeto y expulsó con eso demostró su interés de enseñorear el hogar de todos y desdibujar las diferencias. Maquinalmente rompió el espejo que nos reflejaba a todos unidos bajo un mismo techo, hoy cada uno se refleja en su añico.

Peor que eso fue el papel de los que musitaban disconformidades en privado y no tejían -aunque sea por lo bajo- para terminar con abusos tales como la mecánica del látigo y la chequera.

Peronistas como yo piensan que el peronismo fue rematado por la viuda Kirchner entre 2011 y 2015 y eso es un imperdonable. Y tomamos sus palabras, no el triste afiche, como la de una portavoz de los que supieron servirle sin chistar, incapaces de asumir su responsabilidad en la debacle. No entiendo aun porque vienen a decirnos que si nos unimos, así sin mostrarse unos y otros arrepentidos de lo que el otro quiere escuchar que se arrepintió el que busca la reconciliación, le ganamos a alguien, como si ganar sin saber para que sea ganar.

No puedo mas que pensar que es muy cómoda la reconciliación que nos proponen los que callaron (o aplaudieron) ante las expulsiones embozadas. "Los esperamos con los brazos abiertos" dice Usted, pero con Ferraresi en la CAP debo advertirle que se percibe que la abandonó el desodorante doña Alcaldesa, baje los brazos nomas. 

El llano es así alcaldesa, una carrera de aguante y nosotros en la renovación tenemos aguante. Usted pensará que no está en el llano, porque aun maneja su territorio, y que esa posición le da una ventaja que los demas no pueden acortar, pero lo está. Si levanta un poco la vista y ve hacia la política provincial y nacional lo va a notar. 

Para hacer política provincial debe respetarse mucho mas que el no meterse en la quintita del otro (la negación de una política verdaderamente provincial), ni proponer el molde propio a los demás, recuerde que quien gana en La Matanza tranquilamente puede perder en San Isidro. Si lo sabremos los peronistas de Morón, cansados de poner un mascarón de proa de candidato que se asemeje a Vicente Lopez y detrás un peronismo configurado para Merlo o La Matanza e ir derechito a la derrota.

A los renovadores no nos pida que pensemos en regresos junto a quienes ya no queremos estar. Tampoco necesitamos de las amnistías ni indultos del pejota provincial. Entelequia que le dió la presidencia a los matanceros después de la derrota de 2013 y a sabiendas que les ganaban las PASO en 2015 si se animaban a algo. Moraleja: toda agachada tiene costo, los nombraron Virreyes el 26 de mayo.

Juntarse para ganar es la derrota de la estrategia, es la consagración del tacticismo. Lo hemos discutido en la renovación, no sirve amucharse con quienes pueden afirmar como nosotros que "Peron vive" en sus preceptos y que sea esa la única coincidencia que tengamos, aunque no podamos unificar una sola interpretación.

Es mejor poner las barbas en remojo, en usted metafóricamente, y mirar las cosas con profundidad, sin pretensiones de sabios griegos, algo que no seremos nunca. Con ese fin le recomiendo, me permito sugerirle, la lectura y discusión de un articulo del amigo Ezequiel Meler que publico la Corpo (con todo respeto, ¿sigue pensando usted que Clarin es el principal problema que tenemos los argentinos?). Siento que puede ayudar al núcleo territorial del PJ bonaerense a cambiar y mejorar su enfoque si va en busca de unidades futuras. 

Reconciliación o probadita esa es la cuestión comapñera Magario, y si no quiere debatir al menos comparta conmigo este Benedetti que no va a aportar solución alguna al entuerto peruca pero al menos es bello
 
mi táctica es
ser franco 
y saber que sos franca 
y que no nos vendamos 
simulacros 
para que entre los dos 
no haya telón 
ni abismos 

mi estrategia es 
en cambio 
más profunda y más 
simple 

mi estrategia es 
que un día cualquiera 
no sé cómo ni sé 
con qué pretexto 
por fin me necesites.


Un fuerte abrazo peronista y Dio's la colme de venturas a Usted y su familia en el año que inicia.

-o-

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